Sentado a sus pies,
Rodeado por un océano de túnicas color Sol y Vino,
Contemplo el obsequio;
En compañía del Sangha,
Ahí me ubico
Incluidos con ellos.
Su santidad, el Dalai Lama,
Esta sentado a mi alcance,
Y recita las palabras sagradas.
Las palabras resuenan,
Trenzando un movimiento que sube a los cielos;
Palabras que nos circulan, nos rodean,
Y penetran el corazón.
Hay silencio interior,
Sentado en su presencia,
Hay silencio interior…
El recita, cumpliendo con sus deberes sacerdotales;
El recita, dirigiendo a los fieles en su interior, y en su caminar;
Un acto de suprema humildad.
Frente a la grandeza del “Yo Soy” callado,
Frente a la inmensidad de un océano sin fondo,
Vacío de forma y substancia,
El recita, en ritmo con la energía que sostiene el universo.
Y ahí me encuentro yo, con las piernas cruzadas, sentado en el suelo,
Un sacerdote occidental Latino,
Rodeado por una multitud de caras Asiáticas del Tíbet y Vietnam,
Monjes y monjas a los pies de su mas venerado maestro,
Y me pregunto ¿Por qué?
¿Cómo llegué a este lugar y momento en el tiempo y espacio?
¿Por qué me incluyeron en este océano de túnicas color Sol y Vino?
Y en un susurro me llego este mensaje:
Fue “el no tiempo” que te trajo a este lugar,
Fue el Tao,
Fue Jesús,
Fue tu gran amigo Thich Chon Thanh,
Fue tu karma,
Fue el Buda…
…Fue un Misterio Impenetrable.
© 5 de Mayo, 2015
© Traducido el 20 de Febrero, 2017
Este poema refleja mi experiencia al haber conocido en persona, al Dalai Lama del Tibet.